jueves, 5 de mayo de 2005

6 de Mayo Editorial

Mañana podría ser Tarde
El testamento de Juan Pablo II que tomó estado público decía: "Hoy quiero añadir sólo esto: que cada uno debe tener presente la perspectiva de su muerte". Estas palabras que nos sumen en las profundidades del asombro fueron escritas en 1980.
Uno se siente impotente a partir de esa perspectiva y ya no se puede ser igual. Esas palabras demuelen rascacielos de falsas certidumbres que construímos los hombres encima de la nada. Quedamos atontados por el recordatorio de la finitud que nos es propia, pero que contra toda evidencia, queremos creer ajena. La advertencia del Papa suena en nuestros oídos tenaz como la ley de gravedad. Es como una estocada al centro de nuestra omnipotencia, esa omnipotencia que a contramano de la lógica hace cualquier malabarismo con tal de no mirar la muerte (finitud) de frente.
¿Tener presente la perspectiva de la muerte? ¿Nosotros los humanos, que ni siquiera de la enfermedad queremos escuchar hablar?.
Decía Susan Sontag "La enfermedad es el lado nocturno de la vida". A todos al nacer, nos otorgan una doble ciudadanía, la del Reino de los Sanos y la del Reino de los Enfermos. Y aunque preferimos usar el pasaporte de los Sanos, tarde o temprano cada uno de nosotros se ve obligado a identificarse al menos por un tiempo, como ciudadano del Reino de los Enfermos.
¿Qué pasaría si los hombres, deseosos de poseer una salud imperturbable y angustiados por la marca de mortalidad inscripta en nuestros genes, tuvieramos presente la perspectiva de la muerte, como señaló el Papa?.
Arriesgamos y decimos a modo de hipóstesis que tal vez viviríamos mejor. Razonamos así: "Con la muerte en el horizonte, cada día se nos antojará un tesoro singular y efímero, una porción de tiempo para aprovechar ahora o nunca.
Conscientes que el futuro esta fuera de nuestro alcance, construiremos lo bueno y lo bello en el presente. Y dejaremos de correr detrás de una cadena de espejismos: la celebridad o fama, el poder, el elogio de compromiso, las montañas de billetes, etc., etc., etc. A sabiendas de que mañana podría ser tarde, hoy mismo pediríamos perdón a quien hayamos ofendido.
Cuando tengamos presente la perspectiva de la muerte, ya no malgastaremos nuestros días como si nos sobraran: pensaríamos dos veces con quien queremos compartir nuestras horas escasa decidiríamos como y en que invertir nuestros preciados minutos, elegiríamos a donde ir y a donde no, dado que no podremos acudir a todas partes en el escaso lapso que nos separa de la muerte. Disfrutaríamos de cada una de las bendiciones que nos traiga la vida con la premura propia de quien esta de paso.
Subiríamos el volumen de la risa y catalogaríamos, con celo de coleccionistas, los escasos motivos que habrían de merecer nuestro llanto. "Discúlpeme, pero estoy con los minutos contados", responderíamos con aire indiferente, a los mentirosos, los falsos influyentes, los hipócritas y a los embajadores del pesimismo.
La muerte de todo hombre nos concierne, pero las campanas siempre doblan por nosotros. Pero... las campanas que doblan por nosotros NO SON AUDIBLES, SINO QUE SON LAS QUE TAÑEN EN SILENCIO.Es por eso que cada quien, debe tener presente la perspectiva de la muerte": no parece descabellado plantear entonces si ése no será acaso el mejor modo de valorar la vida. Cristo tuvo que ascender a los cielos para culminar su misión y enviarnos su espíritu de luz para iluminarnos y que podamos entender estas cosas.

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