La falla principal de los gobiernos militares que dominaron al país desde 1930 hasta 1983 no fue sólo la acumulación de sus propios errores sino algo aún más profundo: que, al interrumpir una y otra vez los procesos democráticos, no les dieron el tiempo necesario para aprovechar el curso trabajoso del aprendizaje. Hace una semana, después de veinticinco años de elecciones ininterrumpidas, el aprendizaje estalló. La voluntad y la razón del pueblo se ha empezado a juntar.
Sea cual sea la expresión de su voluntad, el pueblo manda. Pero a medida que recoge una tras otras sus experiencias y aún sus desilusiones, el pueblo piensa. El progreso de la democracia es, en definitiva, una larga paciencia. La paciencia que, antes de 1983, muchos no supimos cultivar.
sábado, 11 de julio de 2009
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