lunes, 23 de marzo de 2009

COMENTARIO

Este texto busca una interpretación para sucesos trágicos y dolorosos en la vida del pueblo: la guerra y la destrucción de Jerusalén y del Templo. Recuerda la historia y evalúa que Dios siempre buscó la forma de caminar con su pueblo, pero esto fue muchas veces rechazado, se dejó de lado a Dios y no se escuchó a sus mensajeros. Y nosotros ¿cómo queremos caminar nuestra historia?
"Estando muertos nos vivificó". Mirando nuestra propia historia, seguramente cada uno de nosotros puede repetir estas palabras de la carta. Porque tenemos en nuestra propia vida la experiencia de que lo que Dios quiere siempre es salvar y hacernos participar de su gracia y bendición.
"Todo lo que miramos como futuro es una realidad que ya se está dando ahora mismo. En el momento en que Jesús se nos revela de alguna forma, ahí mismo se está dando el juicio según optemos por él o contra él, y de ahí en adelante ya se está participando de la vida eterna o de la condenación. Todo aquel que se cierra a la fe está rechazando a Cristo, está cometiendo el pecado que lo lleva a la condenación porque lo separa definitivamente de Cristo que es la Vida, que es la Luz, que es la Verdad. Éste se condena a sí mismo. Pero el hombre que ante la revelación de Cristo lo acepta y se abre a él, le da la respuesta de la fe, éste entra a participar de la vida eterna" (Luis Rivas, Qué es un evangelio, Ed. Claretiana).

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